Por Damián Quevedo
La foto de
Cristina junto al presidente, en Tecnópolis, estuvo precedida de las chicanas y
ataques usuales entre ambos. Sin embargo, la imagen tuvo un fuerte carácter simbólico,
no por la unidad del PJ, hoy por hoy imposible, sino porque el tipo de
producción que representa la extracción petrolera, que, tanto Alberto como la “Jefa”,
defienden a rajatabla.
El evento,
realizado con la excusa de festejar los 100 años de YPF, en el fondo, ratificó
la defensa del lugar que los dueños del mundo le asignaron a la Argentina en el
plano internacional: un país que no debe industrializarse, sino profundizar su papel
como productor de materias primas, mediante técnicas “extractivistas”, que envenenan
todo lo que tocan.
Es que, en
ese marco, Argentina se ha posicionado como uno de los países estratégicos en cuanto
a la producción y comercialización del litio, que es clave para la industria
electrónica. Nuestro país tiene, en términos mundiales, la segunda reserva de
ese mineral, razón por la cual existen muchas promesas de inversión.
Ante la
posibilidad de nutrir con algunos dólares para las castigadas arcas del Estado
-no demasiados, ya que los monopolios extractivistas generan muy pocas divisas
para los países semicoloniales en donde actúa- el gobierno intenta, a como sea,
ganar terreno en este mercado pujante, por lo cual ha comenzado a regular los
impuestos sobre ese rubro.
La AFIP estableció este martes un
precio testigo de 53 dólares el kilo para las exportaciones de carbonato de
litio, tal como adelantó PáginaI12. La decisión es importante, ya que el
mineral se comercializa cada vez más - Argentina es uno de los principales
productores de carbonato de litio en el mundo y exporta toda su producción- y
no cuenta con una referencia de cotización internacional como la soja o el
trigo[1].
La apuesta es
una de las últimas cartas que le queda a Fernández para aprovechar, en medio de
la crisis general, la reactivación de algunas ramas de la producción. Como los
capitalistas dedicados a la agroindustria no cedieron nada de sus ganancias,
ahora Alberto apunta sus dardos hacia una rama que crece mundialmente.
Ganadores
y perdedores
Como en todos
los lugares en donde se practica la minería a cielo abierto, la extracción de
Litio, que utiliza la misma técnica, es altamente contaminante. El costo
ambiental para producirlo es muy grande, ya que para obtenerlo en condiciones
de ser exportado, se requiere la utilización de inmensas cantidades de agua,
que ya no podrá ser utilizada para consumo ni para regar los campos.
El problema planteado por diferentes
investigadores y entidades ambientalistas es que se hace uso de un recurso que
es sumamente escaso en estas zonas, que además, son áridas. Para dar una
dimensión de lo que representa en gasto hídrico, se necesitan 2 millones de
litros de agua para producir 1 tonelada de litio[2].
La intención
del gobierno es obtener una parte de las enormes ganancias -que alcanzan las
multinacionales mineras- para derivar esos dólares en el pago de la deuda con
el FMI y, además, para apalancar la economía. Algo parecido a lo que hizo el Kirchnerismo
en los años dorados de la soja, sin contemplar la destrucción del suelo, en ese
momento, y, en la actualidad, de recursos estratégicos como el agua.
Pero el
contexto internacional es diferente, porque, ni los capitalistas locales ni los
dueños de las multinacionales, están dispuestos a ceder una parte de la plusvalía
extraída a los trabajadores de esas ramas. Mucho menos si se tiene en cuenta
que, el “recaudador” de estos fondos sería, de mantenerse en pie, un gobierno extremadamente
débil y dividido.
Los
socialistas debemos apoyar las luchas contra el extractivismo y la
contaminación ambiental, proponiendo el desarrollo de industrias que preserven
los recursos y no envenenen a nadie. Debemos hacer esto, pero, señalando que la
lucha central debe ser por la destrucción del sistema capitalista. ¡En su etapa
de decadencia final, el Capitalismo no hace otra cosa que no sea destruir la
vida del planeta!
Solo un
gobierno de los trabajadores, basado en asambleas donde todo el pueblo discuta
y resuelva acerca de su futuro, podrá impulsar el desarrollo económico sin acabar
con la vida. Debemos recordar, en ese sentido, lo que dijo alguna vez esa gran
revolucionaria, Rosa Luxemburgo, cuando explicaba que la contradicción hoy es,
entre el socialismo y la barbarie.
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